26 de julho de 2010

Premioso de palabras (como decía Juan Ramón)


Cuando Veyne refiere que Foucault cambiaba la temperatura del lugar donde se encontraba, está refiriéndose, no kantianamente, que Foucault lo calentaba, o espinosistamente, que era profundamente afectado por una suerte de pasión corporal que le subía a la cabeza. Bueno, el mundo es algo bastante físico y sabemos que los castrados y los anacoretas también le dan y no menos (están aquellos que componen versos en los sótanos, los que piensan dentro de aljibes, en los toneles, en las plazas, en fin, componer versos es casi tan viable como garchar, teniendo ganas, se puede hacer en cualquier lado). Se pueden componer versos, se puede garchar, se puede pensar, en la fila de la picana por ejemplo: capucha mediante, el cuerpo erizado ante el espectáculo de la pura sensación. También se puede garchar en el calabozo, interpares o solo con la voz que cruza por entre las rejas. Se puede pensar también con un dólar enrollado en la nariz (en fin, el pensamiento es como Júpiter, todo lo atraviesa). Hay pensamiento para púlpitos y otros que solo permiten la intimidad. El pensamiento rebota en las cabezas, en cualquier charco, como la luna en los ojos, es decir, el pensamiento se parece a eso que llamamos imagen (y ese movimiento que efectúa la imagen generalmente no lo llamamos de pensamiento – y es que la iconicidad…) que se parece también a lo que llamamos de vicios.

Sobre los vicios
Se sabe que los vicios llevan tiempo. Son como los temas en la academia. Una profesora me dijo que un profesor le había dicho que dominar un tema llevaba unos 10 años, con lo que no hay vida suficiente para muchos temas. Yo pensé, para todo hay atletas capaces de brutas y monumentales obras completas destinadas a hacer muro y luego ruina de la historia de las bibliotecas (que como ya sabemos, las buenas y las malas, polvo serán). Los vicios son finitos. Un vicio puede llegar a ocupar la figura de la totalidad? Sí, tal vez ahí radique la ilusión del vicio, la totalidad de una revelación que no sucede nunca, tal es la promesa estética de los vicios y de los temas. Por eso lector, cuidáte de los vicios. También de los literarios, porque como ya todos deberían saber, la literatura si no cura, enferma.

Amuleto. Bolaño.
Escribo mientras me dure la batería. Ya tengo mi número dorado de la obra de Roberto. El tercero, es Amuleto. Los otros son Nocturno de chile, y Estrella distante. De este autor prefiero sus formatos breves, menores, en lugar de los que infelizmente le han dado tamaño a la fama, que como todos sabemos, como decía Borges, repitiendo a Baudelaire, es siempre un mal entendido. Claro que Borges y Baudelaire no lo decían con un ánimo de autoexaltación, ya que a ellos, como escritores, les tocó vivir tiempos difíciles. La fama siempre es el lugar del otro, es como el deseo bailado por Kojeve y Lacan, el lugar donde no estamos, es decir, la fama de Bolaño, al que también le tocaron tiempos difíciles, es justificada y se da por lo que me parece sus dos libros más flojos, casualmente los que han llevado más marketing: la 2666 y Los detectives salvajes. Él estaría de acuerdo con que en las largas trayectorias aparecen los defectos, que pueden ser incorporados como equivocaciones, exploraciones hegelianas hacia la verdad de un sujeto que cada vez se conoce más a sí mismo, aunque con la obra de Bolaño esa regla parece tener escasa operatividad.

Pensemos en una obra que no progresa, sino que se mueve en varios frentes. Para esta lectura, la noción “autor chileno” se vuelve irrelevante ya que uno de los rasgos que caracterizan su literatura es la construcción de escenarios donde la literatura es propuesta como una ontología, un discurso capaz de realizar un examen de sus procedimientos, proponiéndole al público una galería de personajes que se proponen como que están en un más allá de la literatura, ampliando nuestro mapa de lo literario. En este sentido, el lenguaje de “lo nacional” es en esta prosa uno de los campos de la inmanencia posible de la elocución y uno de los efectos posibles, verosímiles de la ficción ya que una de las felicidades con las que se depara el público lector, es con la parodia y la estilización de tonos de los maestros del canon literario, (en ese sentido es un autor que se rige con el paradigma clásico, de la mímesis) a los que puede citar, imitar o tergiversar ya que la imitación presupone una diferencia y puede desmarcarse de ellos constituyendo una mezcla que constituye lo que conocemos como la voz de Bolaño.


Amuleto. Todavía no he dicho nada de esta espléndida pequeña novela. Si Detectives salvajes era una suerte de viaje anacrónico hacia la historia de la vanguardia, en Amuleto, escrita a fines del 20 propone la vieja épica de la resistencia de los poetas como un pulmón que respira La ley del deseo de la escritura, la promesa de felicidad que solo la literatura (y el amor?) pueden dar. Creo que Gandolfo la refiere como un capítulo perdido de los Detectives Salvajes. Estamos obviamente frente a una tópica romántica. Eso descalifica al libro? Justo lo contrario. El tema, es solo una de las partes de la retórica. El libro puede ser una película china, donde no pasa nada, o repetirse con frases como, amanece y ya está con los ojos abiertos, y de que sirve tener los ojos abiertos para ver la muerte, lo que no se ve. El tema es solo una de las partes. Lo que resalta en este libro no es el tema sino el procedimiento, la invención y la elocución.

Es el amuleto, la cocina simbólica donde se produce el llamado de la literalidad como un proyecto de salvación identitario de una latinoamericanidad, lo que coloca a Bolaño dentro de ese linaje de moralistas (donde se encuentra con Fernando Vallejo, con Saer y con Lamborghini, entre otros) aquí ese símbolo aparece rebajado a las materias corporales de un baño, último lugar de resistencia de la moral universitaria: los caños. Se trata de un baño (no de esos que le gustaban al Conde) de señoritas, de una universidad. El escenario no es el púlpito, lugar de lo elevado, sino el lugar del cuerpo, de lo bajo. Lo bajo trabaja con la inversión. Asistimos a un discurso sobre la (historia de la) poesía desde el baño, la resistencia desde el wáter clos. Es un trabajo arriesgado donde el culo es el límite, donde el lector es llevado a conferir las arrugas en el espejo, porque como toda buena novela, la relación entre la ley y el deseo se da en el tiempo, tiempo que en este texto es problematizado, tematizado, poetizado, en una veta casi heideggeriana donde el poeta es el nuevo pastor, el que traza el camino para que los dioses vuelvan. Pero nosotros, lectores del 21 no podemos menos que sonreír frente a esta propuesta. En lugar de esa historia, que ya fue contada, pensemos que el límite extremo como espacio para la narración de una totalidad puede llevar al narrador cerca de la yacencia a la que por ejemplo, el aleph obliga, es como si solo pudiéramos para gozar o sufrir la totalidad estar sentados u horizontales. Es que el wáter y el baño, el sótano – siempre la parte de atrás en el círculo de Osvaldo – se reenvían como lugares de lo mismo , donde podemos verlo todo, hacia adelante y hacia atrás (o arriba o abajo, como gustéis). Entre Bolaño y Borges se abre un espacio de representación conjetural. La cita a Borges se repite en el texto de bolaño transformando el reenvío que va de la novela al poema de Borges, donde se desarrolla una teoría de la historia como tópica problematizada por la narradora Auxilio Courtoise apoyada en los reflejos de las baldosas del baño. La construcción de un escenario donde la historia aparece como la ruina de una imagen capturada por Benjamin en las alas del ángel que ve la acumulación de escombros sin cesar.

Auxilio es el ángel de la resistencia, y su mirada produce, entre otras cosas, afectos para una teoría de la literatura latinoamericana. Aquí es la madre de los poetas de México, que no es madre, ni mexicana, por lo tanto, no puede hacer figura con sor Juana, como nos la propone Paz o su doble en lengua de diamante, Juana de Ibarboru, cuando se vendían títulos tales como Juana de América . Aquí es una madre otra, sin hijos, uruguaya, aunque, como dice Pablo, su ethos uruguayo es modesto, colocando la identidad como un hibrido, – algo que se mueve entre – algo con lo que no se puede hacer una “literatura nacional”, la tópica aquí es mayor, es la de una identidad latinoamericana (¿una bolivariana fogosidad?). La defensa de un nosotros que resiste parece algo atípico para estos tiempos de cordialidad mercadológica, parece algo sesentoso, pero no es ese sesentosismo decimonónico que la Sommer lee en las autoindulgentes palabras de Vargas llosa y Cortázar, sobre el antes y después de la literatura del boom. Bolaño no es el post de un boom. Tal vez en lo que se le pueda señalar de anacronismo en su actitud afirmativa, la literatura como respuesta, en lugar de ser una debilidad del texto, es donde radica su fuerza.

José Luis - Professor do Departamento de Teoria Literária e Literaturas, UnB